martes, 21 de septiembre de 2021

Lamentos por los pies



 
Carmen Cuervo



Carmicahel O'Shaughnessy, mi Dios, con el camino en la mano era un planeta girando y girando en la mañana cerrada como cubierto de lirios y de trigos. Ah carmichael, qué grandes fierros le crecían en los pies cuando se andaba al gallo primo cantor y al segundo callado. A Carmichael se le caían pedazos de rabia pura de la cara que iba dejando como árboles que crecieron como árboles al costado del camino. No pájaros, no vientos, no señoras, les movían las ramas sino años de mal amor y desgracia, años en que el amor viene mal. O mal y triste y destrozado como la margarita que besó el león a la solombra del atardecer donde Carmichael lloró un poco por abajo, por arriba. Por la ventanita que nadie abre iba Carmichael con el camino en la mano como paquete del dolor hasta que un día los pies se le pusieron verdes. Áhi Carmichael paró ya rojo, ya mitad, ya parecido y dulce fue su desventaja. Toda la sombra que cae de Carmichael O'Shaughnessy pega en el suelo y se va al sol pero antes canta como dos pechos de mujer o sea canta, canta.

Cuando en Toledo Ohio,  Andrew Sinclair empezó a caminar sobre el mundo dijo “esto es así” y no lloró, pensó lo verde de la época. Acostó la cabeza en los pechos maternos como fatigado de pronto por
tanta comprobación. Los pechos daban flores de leche que caían al piso y calentaban la memoria ahora que Andrew Sinclair es grande. Andrew Sinclair es grande o es triste.  Con candelas encendidas pasó lo bajo de la noche. Oh corazón ardiente hecho pedazos, los fue sembrando como fieras o furias. Pero Andrew Sinclair está aquí? ¿Todavía hace sonar su tristeza como un terrible cañón?¿No caza pajaritos?¿Anda por ahí Andrew Sinclair? En la mitad de su memoria la mamá está de pie dándole de comer a las gallinas o lavando los platos con manos lentas, bellas, grises que daban brillo como el sol. Y abrigaban al Andrew Sinclair, ¡ah caminante!,  Los demonios del valle le comieron los pies pero él se inclinaba bajo el sol brillando como madre. Los demonios tiene dos cuernos en la cabeza y pelos en los pies y echan llamas por la boca y el culo, se comen los ratones sin pelar, bailan como gitanos, se beben de un trago medio balde de agua. Pero Andrew Sinclair, no él, tiene un joven corazón lleno de islas con tigres y garzas bellísimo, bellísimo.  Abajo de Andrew Sinclair había un río y más abajo un sol y debajo la noche para nosotros dos.
Juan Gelman


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