«Peor es ser lorita» me dijo el Toto, desobediente. Las loritas, les dicen loritas que son verdes como los loros, pero más chicas que un mosquito, como un mosquito recién nacido verde, que anoche yo estaba con el velador prendido a repasar las tablas y se llenó de loritas, los bichitos de la luz que viven una noche sola. Y tac-toc me golpeaban contra el cuaderno y a veces pic-pac que golpean contra la pared, que vuelan sin mirar. El Toto «viven una sola noche», y yo no podía creer, y después se tienen que morir a la fuerza, mientras está la luz prendida dan vueltas. Alrededor del velador, y cuando yo apago que empiezo a rezar y el Toto «me pongo a pensar en el fin del mundo» ¿él no reza? Cuando apago la luz las loritas se suben al cielo raso y ahí se quedan juntas y después a la mañana están todas muertas en el piso, y
después la Felisa las barre y la pala está llena de loritas verdes. Yo no las espanté, que se diviertan un poco pobrecitas, que mañana están muertas, el Toto «viste pic-pac las loritas contra la pared, porque no ven, son como ciegas» y no bé cómo hacen para saber cuál es la mamá, y el Toto «deben volar juntas y no se separan, así saben cuál es la mamá y el nene» mientras dura la luz y después ya se van al techo y se quedan juntas hasta que se caen muertas, pero por suerte todas al mismo tiempo, no se mueren un día la madre y al otro día el nene que se queda solo, ¿ves que lo peor no es ser lorita? ¡mocoso! peor Jesús que sufre los clavos y ve sufrir a la Virgen María al pie de la cruz llorando por él, qué sonso sos, porque todos los días son loritas nuevas, a la noche ponen los huevos y mueren todas, y al otro día de los huevos salen las loritas nuevas...
Manuel Puig, La traición de Rita Hayworth, VI, "teté, invierno 1942"