jueves, 30 de septiembre de 2021

Como pez en el agua

 



Carmen Cuervo

Es una bailarina.

Sus piernas son los colores. 

Y sus colores no nos dejan quietxs. 

Ofrece una invitación:  con-movernos entre sus criaturas, 

movernos-con sus creaciones,

creacciones, entonces!

De ellas se desprende un fulgor, nada es explícito, nada es plano, y a la vez sus obras tienen una fuerza contundente.

Aconteceres y sentimientos movedizos, superpuestos, de dolorida o florida belleza.  Belleza nerviosa, o melancólica, de blancos y negros, de inquietante rosa, de noches que van a esconderse a algún lado, de manadas que vienen de otro, y pasan y te miran y dejan preguntas y ganas de adentrarse con ellas, de perros que nos dividen entre acariciarlos o huir, de solitarios hombres que tal vez quisiéramos amparar, de mujeres que abrazan, o esperan o no esperan más, de formas sin bautizar. Estas palabras no son una lista ni una revelación, tan sólo un compás de la música visual.  Las visiones que ella nos ofrece son para el uso de cada uno de los sentidos, el ojo es una puerta por donde viene a derramarse viento, gestos que se tuercen, huidas, azoramiento, soledad, alegría, retazos, abrazos, pisadas.  

Todos estos movimientos, todo este color puesto a invocar un transcurrir, a dejar un perfume, invitan a quedarse, a formar parte, mirar es una experiencia, y hay además algo que agradezco abundantemente, no evangeliza. Su mirada inventa. En medio de una época tan preocupada en dejar en claro una idea para mostrar “un” mensaje, e inclusive bajar línea, ser plana y llana, como las series, como los stickers, un arte cada vez más parecido al emoticón, existen las pinturas, los dibujos de Carmen hechos de movimientos, soplados por la ventisca, por el huracán,  por el desencaje, por una realidad irrepetible, fuera del alcance del foco inmediato,  que nos pone a pensar con ese aparato misterioso e indomable que es la inteligencia de los sentidos, imantándonos hacia un tesoro a explorar, una aparición, una inquietante quietud, que decide no aturdirnos la mirada sino nutrirla y  llevarla bien adentro, completar lo que está semiestá, y bailar.

Por eso, bailemos. 

La entrada…es libre

la estadía…, una gracia.

Como el enamoramiento.

Daniela Adújar


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