sábado, 4 de diciembre de 2021

La lluvia es una cosa que sin duda sucede en el pasado

Carmen Cuervo

La sombra sigue sombría noche; una luna clara destella tranquilla. El aire puro destila el azul celeste; el sabio alquila viaje. ¡Por supuesto! La atmósfera de la flor regenera  el olor, se incorpora, evapora para la aurora su olor.
En ocasiones la brisa
De los verdes olmos pasa y se estrella en las dulces rama, en el fondo del alma que la reclama. ¡Es un remedio para todos los males!
Un punto se declara lejos de la casa se convierte en una vara; es una confusión; larga, negra, rápida. Nada más la doma, ella se agranda, sube, cubre el horizonte.
La oscuridad avanza y dobla su negrura; ¡Su funesta apariencia toma y sobrecoge el corazón! Y temblando presagia que esa oscura nube encierra una gran tormenta en su enorme horror.
En el cielo, no hay más estrellas. La nube cubre todo con sus glaciales velas. Esta allí, solo y de pie.
El viento lo empuja, lo excita, su inmensidad se irrita; ¡Al ver su flanco que se agita, se comprende que esta en el límite!
Se repliega y se agrupa, aprieta sus vastos harapos; apenas contiene los centelleos que le vienen de sus vientos norteños; la nube en fin se dilata, se entreabre, se rasga, explota, como un matiz escarlata as corrientes de sus negros torbellinos-
El relámpago resplandece; luz brillante que os ciega y os quema los ojos, no se desvanece, la tormenta silbante. Lo hace brillar, encenderse mucho mejor; vuela; en su curso mudo y rápido el horrible viento lo conduce y lo aviva; el rápido relámpago, en su fugitiva marcha por sus zigzags une la Tierra a los cielos.
El rayo parte instantáneamente; tempestea, truena y el aire se llena de sus largo ruido; en el fondo de los ecos, el inmenso ruido zumba, envuelve, presiona todos de sus resquebrajosos crujidos. Triplica sus esfuerzos; el relámpago como la bomba, se lanza y rebota sobre el tejado que sucumbe, Y el trueno estalla, y se repite, y cae, prolonga hasta los Cielos sus aterramientos.
Un poco más lejos, pero tembloroso todavía en el negro cielo la tormenta continúa, y de sus fuegos ensombrece y colorea la oscuridad de la silbante noche. Entonces por instantes los vientos del norte la mueven. Se calma un poco, el trueno se esparce, y después se acalla, y en la lejanía rueda como un eco solamente que fue.
El relámpago también es cada vez más raro. De vez en cuando muestra sus fuegos, no es más la cruenta lucha donde los vientos combatían entre ellos; llevando a otras partes su sombría cabeza, el horror, el estampido de la tempestad un poco más tarde, se detiene, finalmente huyen sus bulliciosos juegos.
En el cielo la última nubes barrida por el viento, en el horizonte esa gran tempestad ha cambiado muy rápidamente; no se ve a lo lejos en la sombra más que una espesura larga, sombría, que se va, se tiñe de negro, oscuridad toda en su desplazamiento.
La naturaleza está tranquila, ha perdido su miedo; es dulce y dócil y se regocija el corazón; si el trueno ruge y con su profunda voz allá preocupa al mundo, aquí no se le teme más.
En el cielo la estrella con un luz más pura brilla y se devela en el seno del azul celeste; la noche en la tregua, que toma y sueña, y que se levanta, no tiene más oscuridad.
El agradable aliento del dulce hálito que camina como un suspiro, silenciosamente, la hoja inclina, la zalamería, y provoca placer.
La naturaleza es aún mucho más pura y se duerme; en la embriaguez. La señora, sí junta una cama de oro.
Toda alegre, la flor se calma; su corazón tranquilo destila el útil olor.
Ella huye, bella noche; una luna clara destella.

Julio Verne

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